Si sus manos no
fueron mariposas
de alas sutiles y
colores vivos,
muy poco femeninas
y no hermosas
las escondía de ti,
fuiste su enemigo.
Si su voz no fue
dulce y suave
al responder a ese
silencio tuyo,
sus ojos dejaron de
buscar tu mirada
pues sólo tropezaba
con tu orgullo.
Nunca le pareciste
verdad, y así fue
y se alejó de ti
importándole mucho,
supo a donde ir sin
dar ningún traspié
escogió entre la
renuncia y el disgusto.
Cuando fue joven
mil cosas le ofreció
a ese su corazón
sincero y puro,
y al encontrarte no
supo más de sí
se quedó sin
presente y sin futuro.
La vanidad femenina
es por excelencia
don propio que a su
género responde,
soñar cosas
hermosas es su preferencia
desafiando el polo
opuesto de los hombres.
Tú como muchos de
mente tan confusa
sólo pudiste
conocerle por su nombre,
te negaste el cielo
al dejar inconclusa
la historia de amor
que su pecho esconde.
Lucila Lárez
Fariñas
de Gutiérrez
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