viernes, 5 de agosto de 2011

Para una nueva madre y una nueva mujer

    
                     Mágicamente tu cuerpo estructurado
para ser receptor de células foráneas,
como el polen de una flor diseminado
fecundando el amor en tus entrañas.

La faz del universo se conjuga
con la fe, la esperanza y la ilusión,
en el hada que protege la figura
que en su vientre se encuentra en gestación. 

En el surco del terrón abonado
el nuevo tallo rompe el cotiledón,
sale a la luz el fruto deseado
bajo el influjo de la procreación. 

La fuente del amor desparramada
salpicando con gotas de cristal,
la emoción maternal manifestada
en su pecho dispuesto a amamantar

Es la prolongación de su existencia
es un rayo de luz en otra dimensión,
un destello que alumbra su inocencia
fuerza que vence el miedo y el dolor. 

No hay barreras que romper no pueda
la fuerza del amor maternal,
inquebrantable en la paz y en la guerra
no hay sentimiento que lo pueda igualar. 

Aunque el odio y el rencor ajenos
y la intriga lo quiera salpicar,
la inspiración de ese amor eterno
lo inmuniza desde el plano espiritual.  

Es bienaventurada la mujer
que acariciando el amor que “Dios” bendijo,
su cansancio lo transforma en placer
con la mágica sonrisa de su hijo. 

 Lucila Lárez Fariñas
 de Gutiérrez

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