viernes, 8 de abril de 2011

Divorciada (de otros tiempos...)

                            
Llegó la primavera trayéndote ilusiones
te sentías henchida de dicha y de placer,
llega el invierno y nacen los retoños
llega el otoño y estás sola mujer.

Fuiste como la flor que el jardinero
cortó con arrogancia  una mañana,
con el solo deseo de obtenerla,
absorber su perfume y deshojarla.

Luego ves que te brinda indiferencia,
ya no inspiras en él lo que inspirabas,
hoy tan sólo te queda la experiencia
que no es lo mismo amar que ser amada.

Ya ves mujer cómo saboreaste 
todas las estaciones de esos tiempos, 
que te ofrecieron tristezas y alegrías
y te dejan de recuerdo un pensamiento.

Aquel de cuando te creíste tan querida 
por un ser que juró estar siempre a tu lado,
que prometió tener toda tu vida
entre cariños, promesas y halagos.
 
Aunque trates de ocultar ante el mundo,
lo que padeces en todo tu interior,
todos sabemos que llevas muy profundo,
el recuerdo latente de ese error.

Entristecer no quieres en tu esfera,
esa clase social que te rodea,
altiva te levantas cual si fuera
el regreso de aquella primavera.

Pero no…
Nadie ha podido regresar al pasado,
nunca una flor tiene dos primavera,
siendo el tiempo nuestro mejor aliado
también nos hace vivir ciertas quimeras.
                                                      
La adolescencia es esa primavera
que para siempre se quedó grabada,
y al recordarla la  mente nos refresca 
y nos da soplos de vida conservada.

Con el sol del verano, la brisa del otoño,
el invierno envuelto en sus nevadas,
y así, seguimos por todos los caminos
donde veremos jardineros caídos
al lado de flores deshojadas.
                
Lucila Lárez Fariñas 
de  Gutiérrez

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