Hay un pueblito perdido
en medio de una montaña,
nunca lo echaré al olvido
si mi mente no me engaña,
lo quisiera rescatar
devolviéndole la vida,
sembrarle un cañaveral
y ver crecer sus espigas.
Devolverle la corriente
al cauce de sus quebradas,
y llevarle mucha gente
que se bañen en sus aguas,
beber agua cristalina
que brote de un manantial,
cuando la tierra suspire
en su nuevo despertar.
Quisiera volver a ver
sus recursos naturales,
que disfruté en el ayer
cuando viví en esos lares,
compartiendo con su gente
con sencillez y nobleza,
donde yo aprendí a vivir
con real naturaleza.
Con el campo y sus bellezas
con pájaros y con flores,
no conocí la grandeza
que arruina los corazones,
los recuerdos que allá existen
tienen para mi un valor,
allá aprendí a conocer
lo sublime del amor.
Un sentimiento sagrado
que nos legó el redentor,
amar nunca es un pecado
porque él murió por amor.
Y así amo yo a mi pueblo
lo digo con arrogancia,
porque anida los recuerdos,
más hermosos de mi infancia.
Lucila Lárez Fariñas
Puerto La Cruz , año 1981.-
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