viernes, 2 de diciembre de 2011

Autobiografía (atendiendo a una solicitud)

           

Parte V
Sin embargo, muy dentro de mi ser, sin que yo lo supiera, existía un mundo similar al de afuera donde se conjugaban la felicidad de mi infancia con los avatares de la vida y los momentos de pena y dolor de mis padres y muy mayormente, cuando fallece nuestra hermanita menor (Libia) a los tres años de edad, atacada por una enfermedad conocida como “La mancha roja” la cual le deshizo la piel.  Posteriormente, bajo la lucha y la esperanza, mis padres con la ilusión de un hijo varón, tienen a Félix Rafael, quien a los 15 meses muere a consecuencia del sarampión.
Fue así como después de que un radiante día de sol diera pasó a una noche con el manto azul del cielo iluminado por una hermosa luna, los habitantes de El Clavellino fueron sorprendidos por una de las más voluminosas crecientes que se hubiese visto en el cauce de su río. El asombro pasó a estupor por cuanto ignoraban que en las altas montañas de donde se desprende el caudaloso río, allá debajo de la cortina blanca de neblina que contrastaba con el corazón negro del pico más elevado del Cerro Turimiquire, el enigma de la muerte en complicidad con uno de los fenómenos naturales y conducidos por la ironía del destino, derramaron la mayor cantidad de agua que rebosara su caudal.  De esa manera prepararon la emboscada en la cual quedaría atrapada la vida de mi padre.
Él, un hombre recio, acostumbrado a cruzarlo en cualquier circunstancia, confió en la habilidad de su caballo de monta como experto nadador, desafió su furia y sin apostar con  el destino, se lanzó con la seguridad de que no sería la última vez. Lejos estaba de imaginar siquiera, que próximo a cumplir sus cuarenta y cinco años de edad, hasta allí llegaría su coraje, su valentía, sus sueños de envejecer al lado de mi madre y de  ver crecer, madurar y cosechar los  frutos que en el seno de su hogar apenas comenzaban a levantarse como una numerosa familia, merecedora de su amor, su orientación y disciplina y sobre todo, de su acertada filosofía de la vida, que a esa altura del tiempo le había transmitido a sus dos hijas mayores Elvia y Lucila.
Lucila Lárez Fariñas
         de Gutiérrez

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