viernes, 18 de noviembre de 2011

Autobiografía (atendiendo a una solicitud)

                        

Parte IV
Recuerdo claramente nuestra estadía en esa zona cafetera, en medio de la alta montaña donde habían fundado un caserío llamado “Juajuillar”. Desde mi infancia alegre, llena de un espíritu de inquietud y vivacidad, con a pena 3 años de edad, ya empezaba a identificarme con la naturaleza; con sus diversas formas y expresiones. Desde siempre he sido vulnerable a su magia, su sabiduría y su poder de atracción. Tal vez es esa la razón de que la imagen de todos esos lugares donde transcurrió mi infancia, mi niñez y pre-adolescencia, quedaran grabados en mi memoria, como el primer escenario de mi vida, donde actué llena de felicidad, rodeada de una vegetación con jardines silvestres.
Una increíble variedad de flores con colores, formas y tamaños diferentes; enredaderas que coronaban los copiosos y elevados árboles, al tiempo que  sus diminutas flores cubrían como alfombras los caminos que los enjambres de abejas invadían en busca del polen para procesar la miel en sus panales. El trinar de los pájaros con plumajes distintos deleitaban con su canto ocultos en las ramas de los árboles o en los arbustos a la orilla de arroyos y riachuelos que deslizaban sus aguas cristalinas como serpientes protegidas por la sombra de una vegetacion siempre fresca que convivía con los cafetales de frutos maduros con su olor característico y su color fresa contrastando el verde fuerte de sus hojas.

      

Es este el cuadro que ha perdurado en mi vida y que al recordarlo me veo como parte de él, en compañía de mi hermana Elvia (la mayor) como almas gemelas que se han mantenido unidas aún en la distancia. Esos lugares fueron el paraíso para aquellas niñas que hasta los 6 y 8 años las tuvo cautivas.
Lucila Lárez Fariñas
de  Gutiérrez 

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