
Con tu alma
adolescente y soñadora,
con tu espíritu
joven lleno de ilusión,
te hiciste mujer y
gran señora,
por el divino
misterio del amor.
Aún sin conocerte
busqué tu compañía,
con el fantástico
milagro de tenerte,
como la madre que
me abrigaría,
al sentirme vibrar
entre tu vientre.
Señal de mi
existencia que alteró tu figura,
tu corazón
altruista y tu donaire,
me brindaron tu
amor con afán y ternura,
y así empezó mi
vida yo nací para amarte.
Tu mundo como madre:
un complejo universo,
luz de luna, de
estrellas, resplandeciente sol,
constelación de
sueños iluminó tu cielo,
que luego oscureció
por tristeza y dolor.
Una vida incansable
sin tregua sin sosiego,
compostura tenaz,
llena de gran portento,
con tu amor
maternal luchaste contra el miedo,
tu vida fue jardín fue
pampa, fue desierto.
Soportaste el verano con reservas de invierno,
Soportaste el verano con reservas de invierno,
también viste el
otoño con ráfagas de viento,
llevándose muy
lejos las hojas ya maduras,
que cayeron del
árbol milenario del tiempo.
¡OH madre! si con
mi amor pudiera
devolverte a la
vida para seguir sintiendo
el roce de tu pelo como
copo de nieve
y besarte tus manos
marchitas por el tiempo.
Escuchando tu voz dándome
bendiciones,
compartiendo otra
vez como en otros momentos,
yo diciéndote a ti madre
te quiero mucho,
tú diciéndome a mí:
sabes cuanto te quiero.
Recuerdos que
quedaron fijos aquí en mi mente,
reclaman tu
existencia aquí en lo material,
para sentirte cerca,
saber que estas presente,
donde nunca haya
espacio para esperar la muerte.
Ese camino abierto con
tantas experiencias,
ya lo dejaste atrás
perdido en la distancia,
allá quedaron
flores, lagos de aguas tranquilas,
quedaron los
colores, quedaron las fragancias.
Quedamos tus amores
por quien diste tu vida,
quedaron las
verdades y el mundo de mentiras,
donde tenemos todo sin
ser dueños de nada,
todo queda muy
lejos de la última morada.
Al Padre Nuestro
rezamos para pedir su perdón,
de todas las
ofensas que nos hacen deudor,
en medio del tropel del mundo donde estamos,
en medio del tropel del mundo donde estamos,
al que entramos
llorando y llorando lo dejamos.
Es la ley natural justa
y sin diferencia,
a cada quien nos da
la hora y el momento,
y asegura que un
día iremos a tu encuentro,
es una gran promesa
porque es lo más cierto.
Lucila Lárez Fariñas
de Gutiérrez
Puerto la cruz,
16-07-99.-
Madre adorada, tus letras son mi consuelo, otra forma de seguir hablando contigo.
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